Descubrí que solía pensar que era condición necesaria y suficiente de cualquier relación tener gustos en común, y que por ese sentido de pertenencia que da el compartir intereses llegué a dejar pasar, obviar y perdonar demasiadas cosas que creía detalles. Pero no, no lo eran. Y algo en mí pudo verlo a tiempo; yo lo descubrí mucho después.
Ahora entendí que lo fundamental, infaltable y más que suficiente es compartir códigos, principios, una forma particular de ver al otro, de respetarlo, de acompañarlo, de estar juntos. Y eso se ve en una simple mirada, por lo que encontrar gente con la que uno quiere rodearse no es tan difícil, y poder tomar distancia de todos los que de una u otra forma nos venden una cosa pero nos terminan envenenando es necesario, aunque se sienta una de las peores soledades. El campo al otro lado es definitivamente más verde.
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