19.2.13

Montevideo
Montevideo pasa en blanco y negropor la ventanilla lloviznada.No promete colores mañanatodavía más gris con sudestada.
Juego con la mirada inquietabuscando fotografías vivas.Contra el aburrimiento del paisajecualquier táctica resulta entretenida.
Y esta habitación húmeda de hoteldonde llueve más la distanciaque este cielo extranjero.Hoy la patria es más querida:frente a la soledad y el desconocimiento,patria es compañìa.
Extraño la patria de mi barriode no perderme en cada esquinao bien despistarme con gusto.
No crean que no me gustanlos uruguayos amables y cordialesque toman mate por la calle,los trajes coloridos de las murgas,las voces alegres y combativas de los parodistas,conocer lo nuevo, hermanarme con ellos.
Pero sí prefiero,mi yerba tosca.
Y frente a la nostalgiade la patria de tu cuerpode tus mates a la nochede tu risa, tu voztus ojos dulces,sonrio con una luz azuladaque por lejos le gana a los colores del carnaval.
Y disfruto este pequeñito dolorporque ya siento el abrazo de bienvenida.
Hace 4 casi exactos años, en la recepción de un hotel acá a la vuelta, escribía eso. Hoy es otro hotel, pero también llueve. Y también miro por la ventana. Pero no me aburre, ni desespero por volver. Soy feliz. Soy otra.

13.2.13

Extraña sensación con el repentino recuerdo de la vida cotidiana, lejana y ajena. Experiencia del desapego y de otros mundos posibles. Irreal tal vez, pero qué es exactamente eso de la realidad? Vivir arriba de una ola, dejarse mecer por el mar, parece simple, natural e inevitable. Como enamorarse, en cada oportunidad, de mil maneras y en tantos grados. No sé si estoy eligiendo este modo de hacer mis días, o simplemente ya no le puedo escapar a la felicidad más dulce.

4.2.13

Llegué a la arena prometida
y eché raíces de agua
El cielo es de azúcar
y las olas son mansas
Hay brisas de pino
y besos con sal
Caricias doradas
y soplos de paz
De coco y canela
son las sonrisas
Y las melodías de las gurisas
desafinan corazones
y despiertan fogones
Nos abraza este paisaje
del que ya nos sentimos parte

3.2.13

De yapa

El pochoclero pasaba a las 6. Esperaba con ganas los de chocolate. Lo escuchaba a unas cuadras y ya salía a la puerta.
Lo que no esperaba, era la yapa.
La yapa estaba de más, sobresalía del paquetito. No estaba en los planes ni en las cuentas.
No será esta una vida de yapa? Una vida en la que recibimos lo que acontezca como un regalo. Una vida en la que todo es ocasión de sorpresa. Tomar el mundo como lo hace esa gatita, correteando curiosa y jugando con lo que aparezca. Una vida de ojos grandes que no esperan nada, pero están siempre expectantes. Una vida de disponibilidad y apertura. Flexible como la pinocha, y volátil, sutil en manos del viento marítimo.
Una vida viva, de yapa. De disfrute, como el del pochoclo de chocolate, que no es otra cosa que aire dulce.
 
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