Me preocupa un poco esto de seguir insistiendo en tu ausencia. Me asusta pensar que reincido una y otra vez en su abrazo, sin saber por qué, y que es todo lo tuyo que voy a poder volver a abrazar. Estos diálogos que mantengo con mi rostro de vos, inquilino cotidiano de mi soledad, son un arma de doble filo: me acompañan en ella mientras a cada paso me la recuerdan. Será que reafirmar mi creencia en que no existen los finales no es otra cosa que una reticencia pavorosa a aceptar que los hay? Será que me condenaste ya al pasado, aunque yo siga manteniéndote en este tiempo gris? Será que busco alguna respuesta, o tu reiterada ausencia ya dice suficiente, y me niego a escucharla?
7.1.13
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