27.5.11

Quiero hablar desde el dolor, la angustia, la bronca, la impotencia. Y quiero hablarte a vos:
No me banco que me ningunees. No me banco tu perfil, tu silencio. No me banco que me niegues una mirada. No me banco que me evites, que me evadas, que me ignores.
Estoy acá: reconoceme. Enfrentame, mirame, hablame. Respetame. Me hiere tu indiferencia.
No te pido nada; no mendigo cariño, ni atención. Sé muy bien quién soy, qué busco, qué merezco. No tengo que ganarme tu aprobación. Pero si no te va, tené la decencia de hacérmelo saber.
No me prendo en el juego del discurso doble. No me cabe ni un poco la careta. Te exijo que tengas el valor de plantarte ante mí con firmeza y claridad.
No te voy a perseguir, no significás lo suficiente como para que insista. Tenés una oportunidad, tomala o nos vimos.

Te hablo a vos, en nombre de tantos otros a los que no les hablé. Todos con los que me sentí unida, con los que tuve al menos un momento de conexión, de comunicación intensa y profunda. A los que valoré y a quienes me abrí, y que no supieron verlo o no se jugaron. Todos los casos en los que creí estar construyendo algo fuerte pero que finalmente me decepcionaron. Quizás espero mucho, aunque es sólo porque estoy dispuesta a dar mucho, y no me conformo con limosnas. Creo en esos pequeños instantes de inmediatez, y duele que no se continúen.

Me mantengo vulnerable, elijo ese lugar para dejarme interpelar. Sin embargo, si sólo hallo hostilidad, te voy a dar la espalda. Es así, con la dignidad no negocio. Este es tu momento, ¿qué vas a hacer?

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