19.9.10

Te consolás pensando que ya va a llegar el ansiado momento de claridad. Que durante cualquiera de tus actividades cotidianas va a surgir una respuesta. Que de la nada, mientras esperás el bondi, o te atás los cordones, te vas a dar cuenta de lo que siempre estuvo ahí. Creés que si te concentrás en el sonido del chaparrón que cae sobre tu cabeza cuando te bañás, ayudás a que llegue. Deseás que prendiendo un sahumerio, saliendo a caminar o mirando a los ojos a tu gata, encuentres tu respuesta. Y cada vez que hacés alguna de todas esas cosas, te preguntás: será este el ansiado momento? Aunque sabés que si lo fuera, la duda no tendría cabida. Quizás es y por tanto buscarlo me lo pierdo, te decís. Pero no, vos tenés muy presente la sensación de saber, sencillamente, qué es lo que tenés que hacer. Y la reconocerías en cualquier circunstancia. Mientras tanto te ponés plazos límites, te preguntás mil veces las mismas cosas, intentás nuevos caminos, planificás posibles vías de acción, te obligás a decidir con amenazas, tratás de comprenderte... y nada. Pareciera que nada podés hacer que ayude. Sentís que lo más probable es que el momento llegue tarde, que se te vaya el tren. Aunque la verdad es que no hay tren.
Salís a la calle con una sonrisa, disfrutás hasta de las sensaciones que se producen con el aire inhalado. Las dudas siempre van a estar ahí, el tema es cuánto lugar darles. Animate a salir de la seguridad.

1 comentarios:

Barto dijo...

Me encanta. Sos tan perdedora como yo.

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